domingo, 20 de enero de 2008

Somos los mejores!




Escucho, de vez en cuando, comentarios bastante desafortunados sobre hechos violentos que pasan en el mundo, como si los pueblos que los sufren fuesen incapaces de establecer entre sus habitantes relaciones basadas en la paz y como si nosotros fuésemos los reyes del mambo, actualmente. En el fondo, en la comparación, siempre salimos ganando, nosotros somos los más guapos, los más cultos, nuestra democracia responde a un largo proceso en el cual queremos pensar que tenemos protagonismo y alguna cosa rara tienen los que se pelean: servilismo tribal, fanatismo religioso, incultura crónica... Incluso cuando la evidencia nos mostraba que había quien vivía mejor que nosotros, como, por ejemplo, los suecos, no era cierto, nos decían, porque ellos se suicidaban más, se divorciaban y pasaban frío. También hay minorías pesimistas, claro, que creen todo lo contrario, que no mejoramos, que somos un desastre, pero creo que desde que nos hemos desarrollado nuestro ego patriótico, sea cual sea la patria escogida, en el contexto hispánico, se ha hinchado como el sapo azul de la canción, que acabó explotando, por cierto.
Sentirse orgulloso de la propia familia, de la propia cultura, del país donde se vive, todo es gratuito, ya que no hemos hecho nada para caer aquí o allá. Otra cosa es pensar: mira, tal y como está el mundo, hemos tenido suerte, intentemos hacer lo posible –que es poco o nada- para que nuestros hijos se encuentren un poco mejor aquí, ya que hemos tenido la debilidad biológica de traerlos a la feria. Cuando se habla de la situación de la mujer en muchos lugares se olvida que hasta hace cuatro días, aquí la cosa no iba mucho mejor. Respecto a comer caliente, la mayoría de la gente sabe que sus padres y/o abuelos lo pasaron mucho peor, que muchos de ellos trabajaron desde niños y que tuvieron pocas oportunidades de prosperar. Lo sabe, pero no lo recuerda, o lo recuerda adornando los recuerdos con imprecisas llamadas a los valores antiguos. Cuando el antiamericanismo visceral flota por los rincones, nos sentimos orgullosos de ser europeos, un continente, por cierto, donde hace unos sesenta y pocos años iba todo muy mal y donde hace mucho menos tuvo lugar una guerra cruel, que aún colea, en unas tierras a las que más de uno había viajado de turista novato. En España –Catalunya incluida- hay muchos y muchas que actúan como los criticados nuevos ricos, como los piojos resucitados, como lo que somos, de hecho. Proclamarnos pobres como si fuese un mérito, cuando comemos cada día, no pasamos frío, disponemos de médico y escuela, y tenemos la suerte de llevar unos cuantos años de calma relativa, siempre precaria, muestra el orgullo humano en todo su esplendor. Otro comentario típico y tópico es hacer referencia al número de hijos, pobrecitos, tan desgraciados y van teniendo hijos, cuando la realidad es que en épocas miserables nuestros antepasados también eran mucho más prolíficos.

Durante el tiempo de nuestra guerra civil, en muchos periódicos extranjeros escribían cosas sobre la sangre caliente española y la violencia que generaba, es decir, de hecho, nos tildaban de poco menos que salvajes. España era, se quería que fuese, la reserva antropológica y exótica de Europa, gitanos, toreros, navajas y calor. Al cabo de cuatro días, por las europas democráticas y avanzadas pasó lo que pasó. Todo lo que ha pasado puede volver a pasar y, de hecho, la historia muestra como acostumbra a volver a pasar, de la misma manera que el clima cambia, con humanos o sin ellos. Me ha venido todo esto a la cabeza leyendo las respuestas desengañadas de Castellet en La Vanguardia. Estamos mal y estaremos mal y si no nos toca a nosotros le tocará a otros, muchos de los cuales inocentes, inofensivos. Pensar que la historia avanza de forma progresiva hacia la paz mundial es, me parece, no querer averiguar con demasiado interés nuestro pasado, reciente ni remoto. Actitud que quizá es buena para vivir, según como se mire...


4 comentarios:

Miguel Sanfeliu dijo...

Yo siempre tengo presente eso que tú comentas sobre el hecho de haber nacido aquí o allá, sin haberlo elegido, por puro azar incomprensible. No pensamos que podíamos haber nacido "allí", donde se sufre, se muere, se mata. Y no nos esforzamos por conseguir que el mundo sea un lugar donde se pueda vivir con dignidad en cualquier parte. Esa debería ser nuestra meta. Ojalá algún día nos pongamos a la tarea.
Un saludo.

Clarice Baricco dijo...

Y en esta tierra mía a veces es lo mismo.

Me dio gusto poder leerte, ahora sí me espera un festín de tus letras reflexivas y compartidas.
Ya leí los anteriores.
Gracias.

PD. En cuanto a La joven de la perla, efectivamente, el libro y la películas son discursos diferentes.
Mi sentir por contemplar el cuadro fue antes de ellos.
Trato de estar en la mirada del pintor. Pero también batallo con mis telarañas.
En fin.

Júlia dijo...

Miguel, me acuerdo a menudo de aquel personaje de El Camino, la tendera, que va a confesarse y se acusa de que si hubiese nacido en Inglaterra sería protestante...

Júlia dijo...

Clarice, gracias por la visita, aunque sé que tengo muchas visitas que se esfuerzan por leer el texto en catalán, me he decidido a traducir algunos posts, según posibilidades de tiempo. Un abrazo.