lunes, 28 de septiembre de 2009

Puñetazos de otro tiempo

Ha llegado a Barcelona, al Teatro Romea, mi teatro preferido, el montaje que el grupo Animalario ha hecho sobre el boxeador Urtain. Tengo unos gustos bastante conservadores sobre teatro, la verdad. Actualmente, imagino que en relación con una cierta cultura de la impaciencia y el záping, se representan muchos montajes sin actos delimitados, con música estridente, en que los actores bailan, saltan, entran y salen con gran rapidez. Sin embargo, este montaje me ha impresionado, está muy bien interpretado, sobre todo por el protagonista que ofrece una imagen realista y patética del boxeador. Según mi opinión personal y subjectiva sobran algunos chistes fáciles, de estos que también hoy proliferan en teatro y cine, que buscan complicidades algo simplistas, y también un exceso de banda sonora raphaelista. Pero eso no es nada, si se contempla de modo global la realización.

Creo que jóvenes y viejo contemplaremos de forma muy diferente este montaje. Para los jóvenes, actores incluídos, puede que sea una especie de metáfora sobre un pasado rancio, ligado a un presente bastante desencantador. Para la gente más mayor es también un viaje sentimental a toda una época. Urtain entró en nuestras casas a través de la televisión, de la radio. La gente mayor de cuando yo era joven lo aceptó con entusiasmo al principio, les recordaba épocas de glorias boxeadoras pasadas. Después, convertido en un payaso, también la televisión se reía de él. Súmmers realizó un documental, en su época de fama, con el título emblemático de Urtain, rey de la selva.

No me ha gustado nunca el mundo del boxeo. Las películas sobre boxeadores me han deprimido desde pequeña, tanto las que tenían un final feliz como las que nos mostraban un mundo sórdido, cruel. Sin embargo, durante mi infancia y mi juventud había una gran afición a este deporte. Los carteles que anunciaban los combates del Price eran habituales por las calles y existía un público constante y fiel que quizá utilizaba también esos espectáculos como catarsis personal, en un tiempo en el cual la vida era mucho más dura que ahora y los golpes estaban bastante normalizados, incluso en las escuelas y en las familias.

Me ha sorprendido saber que abuelitos pacíficos de mis tiempos habían practicado ese deporte en su juventud, como aficionados. No todos los boxeadores acabaron mal, a veces es fácil caer en el tópico del triunfador castigado, del inocente traicionado, del ser vulnerable corrompido por la sociedad. La vida de Urtain tiene otro componente inquietante, individual: la capacidad de autodestrucción humana, la dificultad para coger las riendas de la propia vida en momentos críticos. Cierto que muchos amigos le abandonaron pero tenía familia y esta lo apoyó mientras se dejó.

Hace años había una cultura de la fuerza bruta, ligada a formas de vida rurales, militares, machistas al máximo. El paradigma tópico eran los levantadores de piedras o cortadores de troncos, todavía con éxito en lugares como el país basco, pero competiciones a lo bruto las ha habido en todas partes. Parece que, en apariencia, hemos cambiado. Al menos en ciertos ambientes ha cambiado la sensibilidad. Sin embargo...

Urtain se suicidó el año de las olimpiadas de Barcelona. La obra utiliza la fecha como símbolo, como una especie de muestra de los cambios sociales. Pero el deporte competitivo sigue siendo duro, brutal, como lo muestran los casos de dopaje. Se pagan sueldos absurdamente elevados a gente joven y vulnerable, en los grandes clubs de fútbol. Todo eso de los récords y las medallas olímpicas me parece un absurdo, acaso no son igual de buenos los diez o veinte primeros? En el campo del ciclismo ha habido casos dramáticos de suicidios y finales trágicos, pero las competiciones siguen siendo duras, muy duras. El final de la obra, que muestra el ambiente y carácter del padre del boxeador, es terrible. Pero en competiciones deportivas escolares se ha tenido que llamar la atención a veces a algunos padres por su comportamiento histérico y exigente, violento incluso.

No sé si Urtain refleja exactamente una época. Esa época fue también poliédrica, diversa. Nuestro tiempo no son sólo los grotescos personajes televisivos que nos ofrecen imágenes patéticas por televisión, claro. Ni los ridículos políticos ni los escándalos financieros, o las estafas realizadas por personajes tan emblemáticos como el señor Millet. El montaje de Animalario tiene mucho de esperpento hispánico, entristece e inquieta, porque habla de nuestro país, pero también de los seres humanos y su extrema vulnerabilidad. De nosotros. Y de nosotras.

martes, 8 de septiembre de 2009

Viajes cercanos




Cuando era joven tenía ganas de ver todo el mundo, creía que me quedaría pequeño, pero en aquella época era muy difícil alejarse demasiado. Con el tiempo moderé mis ansias viajeras. Hace años, muchos, cuando se viajaba poco o nada, al pueblo de los abuelos o a algún santuario cercano, y la gente empezaba a poder ir por esos mundos en coche propio comprado a plazos, recuerdo que más de un adulto pensaba que primero se debía conocer bien Catalunya, después, España, y más adelante, si se podía, el extranjero, empezando por Francia.

Hoy la mentalidad ha cambiado y muchas personas prefieren ir lejos, de entrada; piensan que ya llegará el momento de quedarse más cerca cuando envejezcan. Los jóvenes pueden moverse con facilidad por el mundo, estudiar en lugares distintos, hacer amigos en todas partes. No sé por qué, pero hacía tiempo que tenía ganas de conocer Segovia, quizá porque la imagen de esa ciudad había quedado ligada a aquellos libros antiguos ilustrados con bellezas de España, que nos mostraban el Acueducto y el Alcázar.

He ido al fin, unos días a Segovia pasando por Calatayud, la de la Dolores, mítico personaje que dio a conocer un catalán, Feliu i Codina, quien, al escuchar el cantar de un ciego sobre una historia, parece que real, escribió una obra de teatro que más adelante el gran Tomás Bretón, que quería conseguir un género operístico hispànico, convirtió en ópera. De la Dolores se han hecho muchas películas. Y parodias en broma, también. La Dolores aragonesa no ha conseguido tanta fama como la Carmen andaluza, nacida según el francés Merimé por el país vasco, cosas de la multiculturalidad.

Hoy el mundo se ha hecho pequeño. Mis padres, de mayores, hicieron también algún viajecito organizado, como tanta gente. Mi mamá se encontró en una ocasión a la madre de una amiga mía y tuvieron el siguiente diálogo:
-¿Qué tal el verano?
-Muy bien -dijo mi madre- hemos estado en Segovia...
-Uy -replicó la otra señora-, nosotros hemos estado en Tailandia!!!!

Hoy se viaja mucho y se fotografía demasiado. Todo parece igual pero todo, también, es muy distinto. Las ciudades reales de hoy son las de los barrios nuevos, las de las universidades y los supermercados. Sin embargo en sus cascos antiguos, con todo el peso de las tiendas de souvenirs y de los turistas habituales, se percibe también el alma del pasado, algo inexplicable que nos hace a todos muy parecidos vistos en perspectiva. Buscamos la diferencia, la singularidad, y acabamos por tropezar con ese razonable parecido que nos transforma en personajes de postal antigua, a lo largo del tiempo.