viernes, 25 de octubre de 2013

MANOLO ESCOBAR, MUCHO MÁS QUE MINIFALDAS Y CARROS PERDIDOS


Mi familia es catalana de muchas generaciones, no todo el mundo puede decir lo mismo en este país nuestro, pequeñito y peleón, peleón siempre de forma moderada desde que comemos caliente. Tuve una época, lógica y generacional, de redescubrimiento de la catalanidad, que coincidió con mi adolescencia y mi primera juventud. En esa época de admiración por lo progre autóctono recuerdo la vergüenza que me producía que mis padres, mi madre sobre todo, fuesen admiradores de personajes del flamenco popular y de la copla andaluza. Ahora no me extraña nada de eso porque sé un poquito más de historia y hace mucho tiempo, desde antes de la guerra, incluso desde antes de los inmigrantes murcianos, existió una tendencia hacia todo eso que se etiquetó de forma indiscriminada como folklore. Rusiñol se disfrazaba de andaluz, muchos pintores elitistas pintaban castizas y toreros y en el tiempo triste de la guerra la película más vista en los dos bandos, Catalunya incluída, fue Morena Clara, con aquella gran actriz, Imperio Argentina, que sí, filmó en Alemania con los nazis, cosa que recogió, de manera muy pedestre y absurda, un director de cine poco interesado en la realidad de las épocas grises.

Así pués, cuando mi madre cantaba cosas de Lola Flores, de Juanita Reina o, más adelante, de Manolo Escobar, yo la contemplaba con esa conmiseración de superioridad orgullosa frecuente en los años tiernos e ignorantes. Después, con el tiempo, supe de la historia ejemplar de la familia de Manuel García, una historia hispánica que serviría para una buena serie de televisión, siempre que contase con guionistas de calidad. Un montón de hermanos, un padre preocupado por la cultura, Andalucía pobre, Catalunya posibilista, un maestro republicano acogido en la casa a cambio de cultura, se estudia lo que se puede, se trabaja en mil cosas y se triunfa también en lo que se puede, en ese caso la música popular. Éxito, dinero, boda con alemana guapísima, hija adoptada, periodista inteligente, Badalona, Benidorm, Almería. Una geografía de lo hispánico real pobló la vida de un hombre a quién todo el mundo apreció y respetó al conocerlo. No son habituales las fidelidades matrimoniales en ese mundo artístico de copla y guitarra pero, contra todo pronóstico, el español y la alemana que se casaron sin entenderse hablando, duró siempre. Incluso su muerte ha sido plácida, feliz, con su gente, hoy tampoco es fácil morir bien. Coleccionista experto de arte, aficionado al dibujo, mucho más inteligente de lo que aparentaba, creo que para no parecer pedante. La fama no lo cambió, decía la gente de su barrio de Badalona, cuando él regresaba a sus calles y saludaba a unos y otros. Admitía que sus grandes éxitos musicales fueron, a menudo, sus peores canciones, pero la gente necesita divertirse, corear tonterías, olvidar los problemas y reir.

Me caía muy bien ese señor. En sus fotos de mayor, ya sin teñidos, tiene un aspecto venerable de profesor emérito. Tuvo tiempo de conocer a su nieta, yo que ahora tengo una nieta creo que incluso en eso tuvo suerte, los nietos son una nueva ilusión, una esperanza en el crepúsculo vital, aunque no se crea demasiado en un futuro justo y feliz para todo el mundo ni queramos saber qué les pasará cuando vean que la vida va en serio y nosotros ya criemos malvas. De todas las canciones que he escuchado, cantadas por él, me quedo con una magnífica versión de Los campanilleros y con esa del abuelo triste, animado por el nieto, el abuelo perdió a la abuela y ya no lleva al niño de paseo, todo ha cambiado. En su caso ha sido el abuelo el primero en pasar, como pasaremos todos, famosos y anónimos, pobres y ricos. Una vez lo vi por la calle, cerca de casa, actuaba en el Apolo, iba con su guapa esposa y más gente y ésta se paró a mirar el escaparate de una buena perfumería de mi barrio, él la llamo, con mucha ternura, vamos, cariño, que es tarde. Aquí, en Catalunya, se ha remarcado más que nada su barcelonismo futbolístico pero hay que decir que la señora alemana, que fumaba de joven y seguro que iba a los toros con minifalda sin ningún problema, es del Real Madrid, aspecto que se ha silenciado, como se silencian tantos aspectos cotidianos de la diversidad humana y cultural que no responden a esquemas canónicos. Descanse en paz. 

2 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

Yo descubrí muy tarde el enorme patrimonio del flamenco, tan catalán como la sardana. En esta demora influyó el muro de prejuicios de mis padres. Pero pienso que uno de los retos de la vida es justamente mirar qué hay detrás de los prejuicios heredados.

Júlia dijo...

Hoy me he vuelto más ecléctica pero tuve manías y dogmas, como todo el mundo, las pelis de Escobar son infumables y algunas de sus canciones también, no lo negaré, lo mismo que contemplar actuaciones de estos artistas ante Franco y señora pero hoy entiendo sus circunstancias, eran supervivientes y, en este caso, se trata de una buena persona con una historia de trabajo y superación muy interesante.