miércoles, 14 de diciembre de 2016

TRAMPOSOS, CARNAVALES Y PÍCAROS

Resultat d'imatges de los tramposos cine

Recueraba estos días una película de mi infancia con la cual nos reímos mucho, Los tramposos. Hoy algunas de sus escenas parecerían políticamente incorrectas, todo ha cambiado y nosotros, más. Sin embargo lo que no ha cambiado es la picaresca y la capacidad de la gente para engañar y dejarse engañar. A veces el engaño castiga al malo, como en el caso de ese timo famoso de la estampita, que se refleja en la película. Otras veces el engaño castiga a la gente de buena fe, de lágrima fácil y corazón tierno, impotente ante las muchas injusticias y desgracias que afligen al mundo y que desea hacer algo bueno.

Estos días ha aflorado el caso de un padre estafador, que recogió un montón de dinero publicitando la enfermedad de su hija y pidiendo dinero para hacerle un tratamiento en el extranjero. Eso de los tratamientos caros en el extranjero, sobretodo en los Estados Unidos, es un clásico, sólo que hoy la medicina ha evolucionado y la mayoría de veces los tratamientos se pueden hacer por aquí. Un libro que llegó a ser un best seller infantil en catalán, El zoo de Pitus, jugaba con esos buenos sentimientos y con eso de tener que hacer un tratamiento médico no sé dónde. 

Algunos medios periodísticos se hicieron eco de ese caso de la niña enferma y de la solidaridad de los habitantes del pueblo de la familia y de los de alrededor. Cierto que la gente fue crédula pero a menudo se tiene una fe excesiva en los que pertenecen a la profesión periodística, en la cual hay de todo, como en todas las profesiones, aunque existe un corporativismo inquietante cuando se detectan errores de bulto. Pocas veces los de una profesión de prestigio admiten  errores y todos sabemos casos en los cuales, por ejemplo, un médico te admite en privado el error de un colega pero te advierte de qué no lo dirá en público por razones obvias que a menudo no son tan obvias. 

Cuando un caso de esos lacrimógenos sale por la tele, tiene un plus añadido, sobre todo si es en un programa supuestamente serio. Hoy el caso del progenitor aprovechado y la niña enferma se ha destapado, está en los tribunales y ahí debería terminar el tema para el gran público, pero cada día nos machacan con más detalles sobre el padre, la madre, la niña y el dinero estafado, esos detalles no atañen demasiado a aquellos que nos vendieron el tema y que son los mismos que hoy nos cuentan a bombo y platillo las miserias internas de la familia estafadora. 

Hace años recuerdo que eran frecuentes programas a los cuales se llevaba a presos supuestamente rehabilitados, uno de esos presos mediáticos se quejaba casi llorando de qué no encontraba trabajo, le llovieron ofertas y se supo, de forma algo vergonzante, que volvió a delinquier en el puesto de trabajo que se le había ofrecido. Los presos rehabilitados de verdad no suelen ir a esos programas, intentan hacer su vida con discreción.

Por el país nos pasearon durante años a un señor que representaba a una asociación de supervivientes de los campos de exterminio. Resultó que el señor no habia estado nunca allí y lo peor es que mucha gente importante lo sabía y permitía aquello para no desestabilizar a la asociación. Incluso se criticó al primero que puso en duda la historia que aquel señor contaba porque no era catalán, y es que caemos en cosas tan ridículas que no vale la pena ni comentarlas. 

Los perodistas, algunos, pueden informar mal y engañar y pueden no citar sus fuentes, pero si tú dices algo sobre los periodistas sin citar tus fuentes, los de la profesión se ponen nerviosos. No quiero generalizar, ya que hay muchos periodistas honrados y un gran número de jóvenes periodistas en paro o trabajando con contratos basura bastante lamentables, todo un tema que merecería una denuncia seria por parte de la misma profesión si no fuese porque arriesgarse es peligroso, en una época en la cual los grandes grupos remenen les cireres. 

La Navidad es una época en la cual no nos hemos librado del recurso a la lagrimita y a la solidaridad mal entendida. Lo siento, pero odio esas parafernalias de las maratones y de la recogida de alimentos, creo que todo debería solucionarse de otro modo, con ingresos de dinero habituales, com impuestos dedicados al tema, de forma anónima y sin tanta tontería, y sobre todo, sin espectáculo. Me parece toda esa solidaridad navideña de otra época, de la de aquel monumento de película que es Plácido. Nos educan sentimentalmente a base de eso de la lagrimita y luego sale un aprovechado y nos engaña con mucha facilidad. 

Hay quién tiene confianza en la gente a causa de la impresión que le produce, de forma absolutamente subjetiva. El aspecto físico y el carisma personal tienen un gran peso en esas valoraciones. Por ejemplo, es habitual una excesiva valoración sobre la sinceridad de las personas que te miran a los ojos. Hace algún tiempo escuché el testimonio de un periodista sobre un político, hoy caído en desgracia, pero al cual en sus buenos tiempos bailaban el agua muchos tiburones de los medios de comunicación. Contaba el periodista que el político le confesó en privado que una de sus estrategias era eso de mirar a los ojos cuando decía algo que, obviamente, no era verdad o era una media verdad. El periodista, una persona con años y experiencia, podía habernos prevenido sobre el político en su época de esplendor y no cuando se había puesto en evidencia que eso de las miradas convincentes era, a menudo, puro teatro. 

Claro que hay políticos honrados que son malos políticos y políticos corruptos que funcionan, de la misma manera que hay buenos mecánicos de coche que pueden ser malas personas pero eso no justifica que les riamos las gracias y que no aspiremos a encontrar un buen mecánico honrado.
Resultat d'imatges de el gran carnaval cine
Ahora que la filmoteca ofrece un ciclo sobre el centenario Kirk Douglas se podrá ver esa película emblemática, como tantas en las cuales trabajó el actor, El gran carnaval, y es que eso de todo por la audiencia al precio que sea viene de lejos. La picaresca se mueve a todos los niveles, desde los más humildes y marginales hasta los más elevados, por encima de personas que parecen libres de toda sospecha hasta que las sospechas se convierten en evidencias y, lo peor de todo, sabemos que no sólo nos engañó el estafador sino también ese inquietante enterado de prestigio que ya sabía qué pasaba y que despues presume de haberlo sabido.

Un poco como esas mujeres burladas por su pareja a las cuales, una vez separadas del adúltero, mucha gente del entorno confiesa que ya lo había visto por ahí con la otra en más de una ocasión, y a las cuales afecta más la traición de las amigas informadas que la infidelidad, ya que encima de engañada, pareces tonta. Y muchas veces el ridículo és más doloroso que el engaño.


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