martes, 1 de mayo de 2018

PRIMERO DE MAYO, EVOCACIONES


Hace poco preparé y realicé en mi barrio una charla sobre el Primero de Mayo de 1890, el primero en celebrarse en el estado español, y en cómo fueron las cosas en aquella Barcelona tan diferente de la actual. Había cierta relación entre aquella celebración pionera y mi barrio, el Poble-sec. Una gran parte del Paralelo, en proceso de urbanización, estaba todavía ocupado por una zona que a la gente de la ciudad burguesa les debía parecer remota y salvaje, el Campo de las Carolinas. El dueño del terreno se mostraba reticente a cederlo, por ahí bajaban dos torrentes, desde Montjuïc. En aquel campo tuvieron lugar las reuniones de los obreros y obreras. Las mujeres eran mayoría en algunos de aquellos encuentros multitudinarios, pero los grabados de la época las olvidan a menudo. Los periódicos casi frivolizan su presencia, chicas jóvenes, obreritas alegres, con sus cestitos de comida en el brazo.

Las condiciones de los trabajadores, todavía más las de las trabajadoras,  todavía más la sde los niños y niñas, que empezaban a trabajar a menudo a partir de los seis años, eran horribles, no solo en Barcelona y las ciudades cercanas sinó también en los centros comarcales dónde se había iniciado una industrialización progresiva y constante: Mataró, Manresa, Sabadell... Uno de los aspectos en los cuáles los distintos sectores obreros se habían puesto de acuerdo era en la demanda de la jornada de ocho horas. Pero eso no sería posible hasta muchos años después, al menos de forma generalizada y oficial. Eso todavía no ha sido posible a nivel mundial, lo mismo que no se ha erradicado el trabajo infantil y otras barbaridades. Hoy mismo Pilar Rahola, en La Vanguardia, incide en una realidad evidente e incómoda:


(...)  Lejos quedan esos tiempos oscuros en que el trabajador no tenía ni voz, ni fuerza, ni condiciones básicas.



¿Lejos?, y el adverbio adquiere la categoría de imprecación. Porque 132 años después, la semiesclavitud laboral vive sus años dorados en muchas zonas del planeta, el trabajo infantil es una realidad consolidada –e indiscutida–, y los derechos conseguidos en el primer mundo no están ni planteados en el segundo, tercero y resto de los mundos. Chicago fue la espoleta de un proceso planetario que otorgaría derechos a los trabajadores, pero esa mancha de aceite liberadora quedó frenada allí donde la pobreza estabilizó oligarquías poderosas, sostenidas por grandes masas laborales empobrecidas. Y no está claro que ese paradigma cambie en zonas de Asia o de África, ni tampoco en los rincones de nuestra sociedad, allí donde se esconde la economía sumergida. Al contrario, el primer mundo vive bien, gracias a lo mal que vive el tercer mundo, dentro y fuera de casa. Y aunque esa afirmación es incómoda y antipática, es de justicia obligada recordarla en un día como hoy.c


Ciento treinta y dos años después, la semiesclavitud laboral vive sus años dorados en muchas zonas del planeta.

Hay mucha gente que te descalifica las citaciones cuando son de periódicos como La Vanguardia, a menudo condenado a la picota por conservador, o de personajes como Rahola, que despierta pasiones diversas, a favor y en contra, però creo que en este caso nadie sería capaz de rebatir las razondas afirmaciones de la periodista. 

Pasaron hace poco por los cines, sin pena ni gloria, la última película de Guédiguian, La villa, en la cual un activista desengañado cuenta como comprobó que los obreros, en realidad, no querían ser obreros, sino vivir bien. Una pretensión razonable y poco mítica. Ya en 1890 había periódicos que incidían en el tema, en ese dibujo de Apeles Mestres se compara, con ironía, el obrero de aquel presente y el del futuro, un futuro cómodo y mecanizado en el cual el trabajador parece todo un señorito. 

Después de aquel 1890 las cosas se radicalizaron y el anarquismo violento se propagó gracias a la miopía de una patronal poco dispuesta a ceder a las demandas de los trabajadores. Una patronal que se construía casas muy bonitas, que hoy visitamos encantados pagando precios algo abusivos. La mitificación turística del Modernismo da para mucho.

Ya sabemos todo lo que vino después, pistolerismo, luchas diversas, desunión obrera, enfrentamientos, anticlericalismo visceral, dictadura, guerra civil y un largo etcétera hasta desembocar en un presente rarito e imprevisible. La conciencia de clase se ha perdido en muchos casos pero ahí están esas Kellys que se autorganizan, cosa difícil hoy ya que muchas veces la gente está dividida y fragmentada en empleos basura diversos.

Los sindicatos convencionales tenían su reino y sus triunfos en las grandes empresas de los sesenta y setenta, muchas veces no se preocupaban en exceso de las pequeñas, claro. Los sindicatos deben reflexionar, reconvertirse, parece que tienen buenas ideas algunos líderes actuales, hombres sobretodo, como siempre. Algunos dirigentes sindicales parecen inmortales, eternos, los mismos rostros, las mismas consignas, las mismas proclamas etéreas y poco consistentes.

En tiempos míticos los líders sindicales tenían el orgullo de contarse entre los trabajadores más esforzados y competentes, dedicaban su poco tiempo libre a la lucha obrera, como ese Metello de Pratolini.  Hoy muchos son casi funcionarios 'liberados', sé de alguna maestra que se fue 'al sindicato' porque 'no soportaba las clases', por ejemplo. Hay quién se te enfada cuando criticas a los sindicatos pero podría hacer una lista con hechos de todo tipo, vividos o escuchados en directo, que han contribuído a ese desprestigio actual.

Resultat d'imatges de demostración sindical Primerod e Mayo sardana
Muchas veces han mitificado la lucha obrera personas de origen burgués, muchos revolucionarios  y teóricos de las revoluciones habían tenido una buena infancia, una buena escuela y un plato caliente en la mesa todos los días. Un libro ejemplar a la hora de comprobar como crecía esa izquierda de manual son esas Últimas tardes con Teresa, para  mi gusto lo mejor de Juan Marsé. Es un libro triste, crepuscular y lúcido. Hoy la mayoría de gente, en nuestro país (Catalunya, pero también en toda España), puede estudiar una carrerita pero las carreras ya no son lo que eran y para eso se han inventado nuevos filtros para ricos, esos másters caros, cursos en el extranjero, cosas así. 

Las escuelas privadas caras y de élite parecen proliferar. Recuerdo una familia de una escuela pública en la que trabajé, prosperaron de repente y se llevaron sus dos hijos a una escuela de esas privilegiadas, ni tan sólo a una buena privada de la localidad sinó a una inglesa, de la parte alta de Barcelona, parecían comunistas pero no lo eran, claro. O ya no lo eran. Mucha gente espabilada sabe o cree saber que las escuelas, más que para aprender a leer, escribir y contar y todo eso de los valores sirven para hacer amistades, relaciones.

El Primero de Mayo fue santificado por Pio XII, lo dedicó a San José Obrero, más bien Artesano, e incluso el franquismo, tan camaleónico para según qué, sólo hay que analizar el presente, lo reconvirtió en eso tan bonito de la Demostración Sindical. En los años de la televisión prehistórica fuimos a casa de unos vecinos que tenían televisión, una sobrina de los vecinos bailaba con un esbart y con aquello de los coros y danzas. Interpretaron una sardana multitudinaria, se permitió que fuese nada menos que La Santa Espina y la gente mayor que contemplaba la pequeña pantalla estaba emocionada, incluso algunos lloraban. 

Las cosas cambiaban o parecían cambiar, algo ha de cambiar para que sigan mandando los mismos y los catalanes, cuando nos tratan bien, nos conformamos con poca cosa, algo que se ha olvidado en los madriles del poder, desde hace tiempo. En aquel 1890 los periódicos, todos ellos paternalistas y bien intencionados, con la excepción de La Tramontana, anarquista y reprimida publicación, avisaban contra los peligros de las ideas extranjeras y de las revoluciones y algaradas. El obrero catalán era otra cosa, familiar, conformista, trabajador, esforzado, con ganas de prosperar y convertirse en dueño de algo, ni que fuese una mercería como la Puntual, vaya. Se permitía la música de La Santa Espina pero no la letra, poéticamente patriótica: som i serem gent catalana, tant si es vol com si no es vol, que no hi ha terra més ufana sota la capa del sol...

Hace unos días vi por la tele como un grupo de escolares analizaba las letras de las canciones modernas y el machismo implícito que invocaban. Respecto a valores diversos, patriotismo, lucha obrera, revoluciones imposibles, habría que analizar también muchas letras que cantamos o se cantan de forma inconsciente y repetitiva. Hoy se canta poco, en general, y la mitad, en inglés, pero por mi gusto suprimiría de esa letra sardanística lo de la tierra más ufana del mundo y potenciaría la estrofa que dice: canta l'ocell, el riu, la planta, canta la lluna i el sol, tot treballant la mare canta, i canta al peu del bressol... Es un fragmento universal, casi franciscano. Las madres ante la cuna son una imagen verdaderamente universal y por mucho que los padres evolucionen sentimentalmente tenemos maternidades míticas para rato.

Los seres humanos nos parecemos mucho, claro, pero un análisis incluso superficial de lo que se escucha y lee demuestra que  no nos creemos nada de nada esa igualdad. En el Informe Semanal del otro día salió una chica alemana, experta en no sé qué, diciendo que los catalanes, como los bávaros, nos creemos superiores. Eso de la paja en el ojo ajeno es universal, ese libro de tanto éxito, Sapiens, razona sobre eso de creerse superior, un mal extendido y quizás ligado a la necesidad humana de creernos privilegiados en alguna cosa.

El sentimiento de superioridad funciona a nivel de barrio, de pueblo, de calle, de familia, de etnia, de centro recreativo o de profesión ejercida. Una maestra conocida, algo elitista me dijo en una ocasión que en Barcelona, por debajo de la Diagonal, no había nada que valiese la pena. Oh, le repliqué, yo vivo cerca del Paralelo... Insistió en qué por allí abajo todo era gentuza. Pero dándose cuenta de qué había metido la pata, en el fondo era buena persona y me apreciaba, puntualizó: es que tú eres un diamante en bruto.  

Murió hace algunos años, recuerdo con humor retrospectivo aquellas opiniones, sinceras en el fondo y qué mucha gente comparte aunque no se atreva a manifestar a menudo. Una persona joven me contó que una compañera de trabajo se había ido a vivir a la parte alta de mi ciudad y que cuando bajaba a la Gran Vía se sentía incómoda y notaba la diferencia. No se puede generalizar, hay de todo, pero la pijería es una plaga y tiene su deriva incluso intelectual, como fue aquello de la gauche divine qué todavía existe, con otras denominaciones.

Cap geperut es veu el gep, decíamos, por aquí, algo equivalente a eso de la paja en el ojo ajeno. La dama alemana se expresaba con una especie de superioridad aparentemente razonada pero decía muchas tonterías, según los comentaristas del espacio televisivo, sabía del tema por haber vivido en Catalunya. No debía haber vivido en el País Basco, según ella los bascos no tenían ese sentimiento de superioridad. Hay demasiados expertos sobre todo opinando sobre todo, pocos obreros de la opinión que sean imparciales y las teles de hoy seleccionan en virtud de sus propios discursos teledirigidos y de su público incondicional

Pasaron aquellos tiempos en los cuales era un honor ser trabajador. Los maestros se convirtieron en treballadors de l'ensenyament durante un tiempo. El Primero de Mayo ya no es lo que fue ni lo que pudo haber sido pero, quién sabe, puede volver a serlo en cualquier momento. Qué San José, artesano u obrero, nos proteja y acompañe.

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